sábado, 8 de octubre de 2011

“SOBRE MAÍZ, PAPA, YUCA Y COSMOVISIONES”

ENTENDIENDO LA NUTRICIÓN DESDE LA INTERCULTURALIDAD EN NUESTRO PAÍS


Introducción


El rostro de la pobreza[1] en el Perú se materializa en la mala alimentación que tiene gran parte de nuestras sociedades rurales (ande y amazonía) y asentamientos humanos de la urbe. A pesar de los esfuerzos que se están haciendo por parte de entidades estatales y entes cooperantes, todavía se mantiene ese rasgo de la inseguridad alimentaria en nuestro país. Ante esta situación cabe preguntarnos entonces, ¿porque siendo nosotros un país rico en alimentos con altos contenidos de proteínas y carbohidratos y buenas prácticas alimentarias, vivimos todavía sumergidos en esta situación de pobreza? Bien sabemos el alto potencial que poseemos con nuestra cultura alimentaria: ¿porque no aprovechamos los recursos existentes para aliviar el hambre y la mala nutrición que nos aqueja?


Nuestro país en el marco del cumplimiento del Plan Nacional de Superación de la Pobreza, ha elaborado la Estrategia Nacional de Seguridad Alimentaria[2] (ENSA) con el fin de reducir los niveles de inseguridad alimentaria a nivel local, regional y nacional; especialmente en la poblaciones vulnerables (mujeres, niños, discapacitados y en comunidades campesinas y nativas). Pero muchas de estas estrategias programáticas, no conciben ciertos elementos básicos para tener éxito en sus procesos y acciones; y un punto clave, es entender las realidades sobre las cuales intervienen estos programas sociales.


Marco Teórico para una Nutrición Intercultural


La nutrición en nuestro país muchas veces ha sido concebida desde la perspectiva de un modelo convencional, desde la cual los modelos y paradigmas de alimentación, partían desde un ente centralizador, excluyente y discriminatorio; para nuestro caso, desde las ciudades como entes de la racionalidad occidental. Este accionar, ha conllevado a muchos errores como por ejemplo el desconocimiento del lugar donde se realizará la educación nutricional, ignorando su cultura alimentaria o considerándolo no adecuada para la buena nutrición. Es decir, políticas programáticas que desconocen las costumbres, comportamientos y el valor de los alimentos dentro de las relaciones sociales rurales.


En este tipo de educación nutricional, se tiene la idea preconcebida de que la población objetivo es “ignorante”, entendido esto como la causa principal de la malnutrición; es decir, se cuenta con un insuficiente análisis de las causas, lo que conlleva a una deficiente formulación de los objetivos de los programas y políticas alimentarias. Por lo tanto, propongo mediante esta pequeña reflexión, concebir una política programática nutricional basada en una Educación Nutricional Intercultural[3].


Esta Educación Nutricional Intercultural consiste en capacitar y asistir técnicamente a grupos sociales vulnerables mediante un esfuerzo colectivo educador, para observar en las realidades diferentes, los problemas y sus causas en torno a la mala alimentación e inseguridad alimentaria. El objetivo es construir políticas y programas nutricionales que se basen en una realidad social y étnica determinada, respetando la identidad y la cultura alimentaria autóctona, fortaleciendo las identidades y dando el valor agregado a las buenas prácticas alimentarias, tratando de resarcir las malas prácticas con una adecuada y aceptada inserción de prácticas alimentarias contemporáneas.


La nutrición en nuestro país muchas veces ha sido concebida desde la perspectiva de un modelo convencional, desde la cual los modelos y paradigmas de alimentación, partían desde un ente centralizador, excluyente y discriminatorio


Los programas alimentarios convencionales, en muchas ocasiones han insertado en sus grupos focalizados nuevos hábitos alimentarios, en ausencia total del conocimiento racional local o autóctono. Los medios de comunicación, la moda, el presupuesto familiar, han influido de sobremanera para que una persona adquiera un producto aunque no sea benéfico para su salud y aun contando con la información necesaria, no debe suponerse que el individuo modificará su conducta alimentaria.


Tradicionalmente la educación en nutrición no ha partido de las necesidades de aprendizaje de la población, sino de las visiones de los educadores y de los contenidos teóricos de la bibliografía que se revisa para la elaboración de programas educativos en nutrición para las comunidades.


Mucho de los puntos de esta política convencional nutricional como la pedagogía, la capacitación o el aprendizaje han sido utilizados de manera descendente, imponiendo el punto de vista del educador o capacitador, no interactuando muchas veces con los educandos, no preguntando sobre sus puntos de vista, siendo autoritarios y logrando que las comunidades rurales se vuelvan dependientes de la ayuda externa o del asistencialismo. Estos programas, muchas veces no apoyan a las comunidades para responsabilizarse de sus propios problemas de alimentación o nutrición.


Con mucha frecuencia los educadores o capacitadores en nutrición no toman en cuenta las culturas, hábitos, costumbres, experiencias de aprendizaje de las comunidades y tampoco a sus líderes naturales para realizar una comunicación social desde la propia cultura de las poblaciones, lo que genera procesos aculturizadores y dependencias alimentarias externas.


Este tipo de educación nutricional convencional se ha transformado muchas veces en un freno para el desarrollo social local, ya que existen situaciones en donde la educación en nutrición se integra a la serie de actividades presentadas como educativas, pero que son formas de manipulación política de las poblaciones a favor del poder establecido[4]. Por tanto, este tipo de educación llega a ser un modelo implícito de frenar los procesos sociales y aminorar la concientización que permitiría poner fin a las injusticias y exclusiones.


Existen productos autóctonos en nuestra amazonía, costa y ande que podríamos incorporarlos a las políticas alimentarias, tomando como fundamento las prácticas tradicionales alimentarias de las comunidades donde las utilizan


Esta nueva educación nutricional que propongo, se plantea una educación intercultural y participativa basada en la Comunicación Social en Nutrición y una Pedagogía Ascendente o Concientizadora Interrelacional. Desde esta perspectiva se comprende a lo intercultural como el intercambio sociocultural a nivel alimentario, en situaciones de igualdad de dos mundos simbólicos para desarrollar un proyecto pactado entre ambos tipos de racionalidades (occidental y autóctono).


La Educación Nutricional Intercultural pretende intercambiar las visiones sobre la alimentación y la nutrición que tienen las diferentes comunidades urbanas, andinas y amazónicas de nuestro país con la llamada cultura occidental, permitiendo garantizar la producción, disponibilidad, consumo y aprovechamiento de alimentos de buena calidad biológica con el concepto de desarrollo sustentable, para mejorar la situación nutricional, principalmente del grupo materno-infantil como población de mayor riesgo en nuestro país.


Un elemento central en este proceso es la educación y la capacitación holística[5] en nutrición. Comprendida ésta, como una concepción global, participativa y liberadora de los sujetos sociales de una comunidad, que sea satisfactoria en el plano técnico para el capacitador y educador en nutrición, y que sea socialmente aceptable desde el punto de vista ético; es decir, respetando el punto de vista de los otros excluidos, marginados y vulnerables. Se pretende que las comunidades sean capaces de resolver los problemas de promoción, educación y prevención de los problemas alimentarios y nutricionales que se presentan, con sus propios recursos y aun sin la permanencia de los educadores y capacitadores externos.


Visiones desde Nuestra Realidad


Nuestro país es un crisol de heterogeneidades y por ende también de potencialidades. Somos poseedores de alimentos diversos y nutritivos. En la costa, sierra y selva podemos encontrar culturas alimentarias, que bien podrían aliviar los altos niveles de desnutrición si es que los tomamos en cuenta y puestos en valor, a través de nuestras políticas sociales.


No podemos actuar sin tomar en cuenta las realidades, solo tomando en cuenta nuestra racionalidad occidental. Existen productos autóctonos como la papa, la yuca, el maíz, la quinua, la quiwicha; diferentes tipos de frutas en nuestra amazonía, costa y ande que podríamos incorporarlos a las políticas alimentarias, tomando como fundamento las prácticas tradicionales alimentarias de las comunidades donde las utilizan.


Muchos de nuestros alimentos, poseen una dinámica cultural que es difícil entender desde nuestra óptica urbana y occidental. En la zona andina y amazónica por ejemplo, los alimentos se relacionan con las cosmovisiones[6] de los hombres en relación con su ecología y el mundo social que los rodea. Los productos alimentarios, se “fundan” a partir de orígenes míticos que se remontan a tiempos extraordinarios; por ende, estos productos son aceptados y utilizados permanentemente, e incluso ritualizados por el constructo social colectivo. Es decir, forman parte integral de la cultura alimentaria y nutricional de nuestros pueblos, que es difícil para un citadino llegar a comprender totalmente si es que no posee una concepción integral del mundo donde se mueve e interactúa.



El objetivo es construir políticas y programas nutricionales que se basen en una realidad social y étnica determinada, respetando la identidad y la cultura alimentaria autóctona, fortaleciendo las identidades y dando el valor agregado a las buenas prácticas alimentarias, tratando de resarcir las malas prácticas con una adecuada y aceptada inserción de prácticas alimentarias contemporáneas


En la amazonía y ande se pueden encontrar muchas prácticas y rituales relacionadas con los alimentos. Por ejemplo en la siembra de las papas y las yucas existen un sinnúmero de rituales para que estas sean fértiles y los campos de cultivo produzcan lo necesario para la sobrevivencia de los grupos. Son necesarias para estas comunidades, las prácticas rituálicas que realizan, porque ellos entienden que de esa manera estos productos resultan óptimas y provechosas para sus familias y comunidad.


La realidad también nos indica que mucho de los programas alimentarios que se insertan en este tipo de sociedades fracasan totalmente. Los alimentos que son introducidos a estos grupos sociales, terminan por ser rechazados por las comunidades, porque no se adecua a la cultura alimentaria y nutricional que ellos practican. Es obvio esta situación en razón a que rompe con los preceptos culturales normalizados por varias generaciones. No se puede seguir interviniendo sobre estos tipos de sociedades de nuestro país, si es que no nos formamos en base a una Educación Nutricional Intercultural.


Al Perú y sus pueblos no podemos seguir viéndolos como experimentos, donde “probamos” ciertos modelos occidentales para comprobar si es que se adaptan a la realidad de las ruralidades. No sigamos cayendo en los modelos parasitarios que muchas veces no tienen nada que ver con nuestras realidades y sus culturas. La alimentación y la nutrición es clave en el desarrollo humano, y por ende es necesario verlo y analizarlo desde los diferentes ámbitos, respetando las maneras y visiones de los otros.


La propuesta de Educación Nutricional Intercultural que se formula, prioriza las necesidades de la población con la cual se pretende trabajar, para lograr cambios de conducta construidos desde las costumbres y cultura de las comunidades, que trascienda la sola adquisición de información, propia de los modelos educativos convencionales


Existen en nuestro país interesantes experiencias para abordar el tema de la seguridad alimentaria como las de Tambillo en Ayacucho y Acobamba en Huancavelica. En estas localidades se han promocionado estrategias para reducir los niveles de desnutrición, a través de la puesta en valor de los productos locales. Estas experiencias han promocionado el trabajo en redes sociales a través del asocio entre instituciones públicas y privadas, fortaleciendo las capacidades de los actores locales en torno al incremento de la producción agrícola y la puesta de un valor agregado a sus productos autóctonos.


Necesitamos entonces tratar de que las ventajas nutricionales de nuestras poblaciones se eleven y fortalezcan, desde la visión de la cultura alimentaria local. Debemos partir desde la permanente práctica del respeto y la reciprocidad con las organizaciones y comunidades con las que desarrollamos nuestras propuestas de desarrollo. Se debe aplicar en nuestras realidades una metodología participativa, creando espacios de interaprendizajes, a través de los cuales se recuperan, socializan y fortalecen los saberes y conocimientos ancestrales en torno a la alimentación y nutrición: los valores, la cosmovisión, la lengua, las tecnologías, la recuperación de los recursos de la biodiversidad andina, costeña y amazónica; para así poder superar la desnutrición y la pobreza extrema y tener condiciones de vida dignas y de calidad.


Nuestras líneas de acción a nivel productivo deben estar orientados a impulsar el incremento de la producción agropecuaria, la mejora de la productividad, la diversificación de los cultivos y la recuperación de la biodiversidad propia de nuestras realidades diversas, bajo un enfoque agroecológico orientado al uso de conocimientos y prácticas ancestrales de nuestra zona amazónica y andina.


También está mejora alimentaria y nutricional, debería estar orientada hacia las poblaciones vulnerables[7], incentivando el consumo adecuado de sus alimentos tradicionales, así como la realización de acciones preventivas de salud. Dicho fomento del consumo de alimentos locales se debe realizar, destacando las ventajas nutritivas de los mismos e identificándolos como parte del legado cultural de las poblaciones.


Esta Educación Nutricional Intercultural consiste en capacitar y asistir técnicamente a grupos sociales vulnerables mediante un esfuerzo colectivo educador, para observar en las realidades diferentes, los problemas y sus causas en torno a la mala alimentación e inseguridad alimentaria


En suma, no podemos hablar de desarrollo nutricional cuando obviamos y excluimos constantemente ciertas prácticas autóctonas, que han formado parte incluyente del desarrollo de nuestras sociedades andinas y amazónicas. Si es que queremos construir el desarrollo de nuestro país, primero debemos empezar respetando y poniendo en valor nuestras prácticas tradicionales. No podemos estar constantemente importando y tratando de adaptar por la fuerza prácticas alimentarias foráneas, disímiles a una determinada realidad geográfica o cultural. Se puede aprovechar el uso de estas prácticas foráneas pero siempre y cuando no transgredan o causen un mayor daño sobre nuestras sociedades vulnerables.


Presento pues por medio de este documento, una nueva forma de abordar la desnutrición y la inseguridad alimentaria de nuestro país. La Educación Nutricional Intercultural busca el desarrollo y la puesta en valor de las buenas prácticas nutricionales desde lo local, desde el conocimiento propio de nuestros pueblos de la amazonía y ande.

________________________


[1] Las dimensiones de la pobreza en nuestro país se estructuran en diferentes niveles. La económica que se refleja en los bajos ingresos, el desempleo, no acceso a las oportunidades y la inseguridad alimentaria. A nivel social existe un reducido acceso a servicios básicos como educación, salud, saneamiento, infraestructura. Políticamente existe un desconocimiento de derechos políticos y baja participación en decisiones claves y estratégicas. A nivel ambiental la degradación de los recursos naturales y la contaminación ambiental ahonda aún más la situación de pobreza. La inequidad y desigualdad existente no permite el uso equilibrado de los activos y recursos. Por otro lado la exclusión imperante conlleva al desconocimiento de los derechos básicos, la marginación por sexo, edad, raza, religión y etnia.


[2] ENSA se propone las siguientes metas: Reducir los porcentajes de niños y mujeres con prácticas inadecuadas de alimentación y nutrición; reducir los hogares con déficit de acceso calórico de 36% a 25% cerrando la brecha urbano-rural; incrementar el superávit en la balanza comercial de alimentos y aumentar la disponibilidad per cápita de calorías procedentes de alimentos de origen nacional en 10%.



[3] Educación Nutricional Intercultural podría ser un nuevo espacio de debate en el sector para reconceptualizar y redefinir nuestras propuestas programáticas impulsadas. La interculturalidad asume en este espacio un rol protagónico para entender la nutrición desde el punto de vista local. Es decir una visión “desde abajo” o lo local, donde se entienda que en nuestro país existen diferentes realidades y por ende diferentes tipos y niveles de pobreza. Este nuevo espacio involucra asumir máscaras a la hora de actuar sobre las realidades, máscaras que debemos ponernos en orden a las realidades donde se interactúa. No podemos homogeneizar a nuestra nación, por el contrario debemos reconocer las heterogeneidades existentes y ver en ellas un gran potencial para nuestro desarrollo humano y económico. La propuesta de Educación Nutricional Intercultural que se formula, prioriza las necesidades de la población con la cual se pretende trabajar, para lograr cambios de conducta construidos desde las costumbres y cultura de las comunidades, que trascienda la sola adquisición de información, propia de los modelos educativos convencionales.



[4] Una evidencia de este dominio es por ejemplo que muchas veces las políticas nutricionales son elaboradas y dictadas desde una ciudad (urbe centralista, para nuestro caso Lima) donde se concentran los poderes diversos. Desde aquí imponemos los tipos de alimentos o nutrientes que deberían consumirse en los medios rurales, muchas veces sin siquiera tener en cuenta los gustos y prácticas alimentarias de estos espacios. Prácticas que muchas veces responden a un constructo sociocultural generacional; prácticas que son científicas por responder a años de experimentación llevadas a cabo por una comunidad del ande o la amazonía.



[5] Cuando hablo de capacitación holística me estoy refiriendo al tipo de capacitación que abarcan innumerables temáticas, construidas en base a las realidades sociales, culturales, políticas y económicas de nuestro país heterogéneo. El capacitador o educador por lo tanto debe de ser una persona capaz de analizar, entender y manifestar diferentes temáticas no solamente referidas con el aspecto nutricional, sino también con la vida misma de las poblaciones donde interactúa. Conocer y respetar los puntos de vista ajenos a su percepción serían las claves para responder con las expectativas que busca la Educación Nutricional Intercultural.



[6] La cosmovisión es un espacio cultural por la cual los hombres y mujeres interpretan el mundo que los rodea de acuerdo a los preceptos sociales y culturales, creados y recreados por miles de años. Muchas de estas interpretaciones se fundan en el estrecho vinculo generacional que existe entre el hombre y su naturaleza, por lo tanto a nivel de productos alimentarios también el factor religioso o cosmovisionario forma parte de la cotidianeidad en nuestras sociedades rurales del ande, la amazonía y la costa.



[7] Cuando me refiero a poblaciones vulnerables estoy tratando de conciliar con aquellas que sufren constantemente los avatares y transgresiones de la cultura occidental. Muchas de estas poblaciones se basan en una estructura social, política económica y cultural tradicional; estructuras que se resquebrajan con las amenazas de intromisión forzada que se hace por medio de las racionalidades occidentales. Con esto no quiero decir que estas comunidades desaprovechen las tecnologías modernas para el desarrollo, sino que la inserción de la racionalidad occidental debería de servir para aliviar los problemas de estas comunidades y no para acrecentarlos o volverlos sociedades dependientes o alienadas.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Excelente trabajo y muy valioso el esfuerzo¡, saludos. Carolina

ELMER ANTONIO TORREJÓN PIZARRO dijo...

Muchas gracias Carolina, fuerte abrazo