domingo, 12 de octubre de 2014

LAS POLÍTICAS ALIMENTARIAS EN EL PERÚ


En las últimas décadas, el rostro de la pobreza en el Perú se ha materializado en la pésima alimentación de las poblaciones rurales del Ande, la Amazonía y los asentamientos humanos de la costa. Se hacen los esfuerzos desde el Estado para superar la inseguridad alimentaria, pero todavía son esfuerzos limitados, debido a que no entendemos la multidimensionalidad de las pobrezas. En el Perú no existe solamente un tipo de pobreza, sino muchas pobrezas que tienen que ser entendidas y analizadas.
Nuestro país ha elaborado la Estrategia Nacional de Seguridad Alimentaria (ENSA) con el fin de reducir los niveles de inseguridad alimentaria. Se propuso como metas reducir los porcentajes de niños y mujeres con prácticas inadecuadas de alimentación y nutrición; reducir los hogares con déficit de acceso calórico de 36% a 25%; incrementar el superávit en la balanza comercial de alimentos y aumentar la disponibilidad per cápita de calorías procedentes de alimentos de origen nacional en 10%. Pero muchas de estas estrategias programáticas, no conciben ciertos elementos básicos para tener éxito; y un punto clave, es entender las diversas realidades sobre las cuales intervienen las políticas alimentarias.
La nutrición muchas veces ha sido concebida desde la perspectiva de un modelo convencional, desde la cual los modelos de alimentación, partían desde un ente centralizador, excluyente y discriminatorio; para nuestro caso, desde las ciudades como entes de la racionalidad occidental. Este accionar, ha conllevado a cometer muchos errores como por ejemplo, el desconocimiento del lugar donde se realizará la educación nutricional, ignorando su cultura alimentaria o considerándolo no adecuada para la buena nutrición. Es decir, políticas programáticas alimentarias que desconocen las costumbres, comportamientos y el valor de los alimentos dentro de las relaciones sociales rurales.
Nuestras políticas alimentarias han actuado bajo la idea preconcebida de que la población objetiva es “ignorante”, entendido esto como la causa principal de la malnutrición; es decir, se cuenta con un insuficiente análisis de las causas, lo que conlleva a una deficiente formulación de los objetivos de programas y políticas alimentarias. En el Perú y sus sectores encargados de la alimentación, se debe concebir una política programática nutricional basada en una Educación Nutricional Intercultural (ENI).
Este nuevo espacio debe reconceptualizar y redefinir las propuestas programáticas y de intervención. La interculturalidad asume en este espacio un rol protagónico para entender la nutrición desde lo local. Debemos reconocer las heterogeneidades existentes y ver en ellas un gran potencial para el desarrollo humano y económico. La propuesta de la ENI debe priorizar las necesidades de la población, para lograr cambios de conducta construidos desde las costumbres y cultura de las comunidades, que trascienda la sola adquisición de información, propia de los modelos educativos convencionales sobre la alimentación. ¿Qué se tiene que hacer?
Se tiene que capacitar y asistir técnicamente a grupos sociales vulnerables mediante un esfuerzo colectivo educador, para observar en las realidades diferentes, los problemas y sus causas en torno a la mala alimentación. Hay que elaborar proyectos y  programas nutricionales que se basen en una realidad social y étnica determinada, respetando la identidad y la cultura alimentaria, fortaleciendo las identidades y dando valor agregado a las buenas prácticas alimentarias. Existen productos autóctonos como la papa, la yuca, el maíz, la quinua, la quiwicha; diferentes tipos de frutas en la Amazonía, costa y ande que podríamos incorporarlos a las políticas alimentarias. Muchos de nuestros alimentos, poseen una dinámica cultural que es difícil entender desde la óptica urbana y occidental. En la zona andina y amazónica por ejemplo, los alimentos se relacionan con las cosmovisiones de los hombres en relación con su ecología y el mundo social que los rodea. Los productos alimentarios, se “fundan” a partir de orígenes míticos; por ende, estos productos son aceptados y utilizados socialmente, e incluso ritualizados por el constructo social colectivo.
Se debe aplicar en nuestras realidades una metodología participativa, creando  espacios de interaprendizajes, a través de los cuales se recuperan, socializan y fortalecen los saberes y conocimientos ancestrales en torno a la alimentación y nutrición, para así poder superar la desnutrición y la pobreza extrema. Las líneas de acción a nivel productivo deben estar orientados a impulsar el incremento de la producción agropecuaria, la mejora de la productividad, la diversificación de los cultivos y la recuperación de la biodiversidad propia de nuestras realidades, bajo un enfoque agroecológico orientado al uso de conocimientos y prácticas ancestrales.
No podemos hablar de desarrollo nutricional en el país cuando obviamos y excluimos constantemente ciertas prácticas autóctonas, que han formado parte incluyente del desarrollo de nuestras sociedades andinas y amazónicas. Si queremos construir ese desarrollo, primero debemos empezar respetando y poniendo en valor nuestras prácticas tradicionales. No podemos estar constantemente importando y tratando de adaptar por la fuerza, prácticas alimentarias foráneas, disímiles a una determinada realidad geográfica o cultural.
Esperemos que en los próximos 10 años la nutrición en el Perú sea abordada desde el Estado con mayor responsabilidad, sobre todo con las implicancias y problemas medioambientales que irán aquejando la producción óptima de los alimentos. Es necesario construir e implementar políticas alimentarias que vayan más allá de un asistencialismo, políticas alimentarias que reconozcan en la diversidad alimentaria de nuestras culturas. Ante el boom de la gastronomía peruana a nivel mundial, debido a la diversidad en productos alimenticios y platos típicos de nuestro país, es necesario “concentrarnos” en hacer políticas de Seguridad Alimentaria incluyentes y diversificadas, de acuerdo a nuestra realidad multicultural y biodiversa. Una sonrisa de un/una niñ@ bien alimentado debería ser el nuevo rostro en el Perú.