LA INDEPENDENCIA
DEL PERÚ: HEREDANDO LA CORRUPCIÓN[1]
La corrupción siempre ha sido un mal
endémico en la historia de nuestro país, y el nuevo Estado creado después
de nuestra Independencia, no fue la excepción, porque nació débil, sin una
organización fuerte, con una herencia administrativa de la época
virreinal, dónde los títulos nobiliarios y la corrupción, marcaron la
gestión de la época pre independentista; por tanto, la nueva sociedad peruana
se relacionó con un Estado republicano inicial cuyo principal rasgo era la
corrupción en su máxima operatividad, configurada como parte de la
“cultura” y “costumbre” heredada del virreinato.
La debilidad de ese
primigenio Estado, se debía a que los personajes “criollos” de la época, los
que lucharon y apoyaron la independencia, y sirvieron a los virreyes; se
convirtieron paradójicamente, en los nuevos HACEDORES de un Estado y una
sociedad, siguiendo las taras y manías de sus anteriores amos y jefes
(virreyes y sus funcionarios). Los problemas heredados se relacionaban con
políticas de espionaje, secuestro, asesinatos, arrebato y confiscación de
propiedades y tierras, que realizaban los nuevos administradores del poder (los
criollos), no solamente en Lima sino, y sobre todo, en provincias.
Nace una élite de “caudillos
militares”, que RECLAMARON al nuevo Estado, el pago y recompensa por
haber “independizado” al Perú, ¡qué conchudez de estos pseudo líderes! Este
abuso de poder, condujo a la corrupción, donde se acumulaba riquezas a
costa de los dueños de las tierras y propiedades que pertenecían a ciudadanos y
campesinos, a través de conexión de corruptelas entre los “caudillos
militares”, los funcionarios y los intermediarios privados.
Una de las formas de corruptela
independentista más grande fueron las políticas de prohibiciones y barreras
al libre comercio que condujeron a que los diplomáticos e intermediarios
privados, coludidos con las principales autoridades del país y sus
funcionarios, pongan en práctica diversos negociados para el ingreso y salida
de productos de primera necesidad, a cambio de COMISIONES (dinero corrupto)
que enriquecieron a estos personajes a costa del nuevo Estado, que necesitaba
tributación para fortalecerse económicamente, pero como nos cuenta la historia,
por encima estaban los intereses y bolsillos de los que nos dirigían.
Esta prohibición del libre comercio,
conllevo a negociados a través del CONTRABANDO de productos, otra forma
de corruptela que permitía el enriquecimiento de aquellos funcionarios que
dejaban circular subrepticiamente los productos, sin ningún tipo de
impuestos a favor del erario nacional. Todavía este brazo de la corruptela,
se deja ver actualmente en nuestros puertos, aeropuertos y fronteras del país.
Aquellos comerciantes que no querían formar parte de este círculo vicioso de
comisiones y corrupción en los diversos niveles, sufrían diversas
restricciones para comercializar sus productos como leyes prohibitivas de
libre comercio o el pago excesivo de impuestos. La consigna de los “corruptos
independentistas “era: o te alineas al brazo de la corrupción, o
no formas parte de la distribución de riquezas a costa del país.
Domingo Elías, un reformador
liberal, peruano él, de retorno desde el extranjero, aplicó reformas civiles
y liberales contra los liderazgos de los “caudillos militares” que se
refugiaban en la corrupción. Sus reformas en un inicio, chocaba contra las
políticas de los gobiernos iniciales de la independencia. Este reformista y
negociante iqueño, denunció en un inicio los actos de corrupción de los
“caudillos militares”, siendo los gobernantes José Rufino Echenique y Agustín
Gamarra, como los gobiernos más corruptos del naciente periodo republicano.
El reformista Domingo Elías,
intentó de alguna manera hacer frente a la corrupción de los inicios de la
República, pero lamentablemente el sistema imperante condujo a que este personaje
hiciera posteriormente de esa endeble administración estatal, una maquinaria
para beneficiarse personalmente a través de los Vales de Manumisión,
que fue una herramienta para compensar económicamente a los ex dueños de los
esclavos. Domingo Elías, apoyó esta medida que, al fin y al cabo, le
favorecía, por haber tenido en sus fincas, esclavos que trabajaban sus tierras.
Estos vales, entregado en el gobierno de Ramón Castilla (“la prosperidad
falaz”), costó al erario nacional un aproximado de 8 millones de pesos, y
lo paradójico de esta situación, es que aquellos que luchaban contra la
corrupción de la República inicial, se beneficiaron de esta forma corrupta
de robar dinero al Estado.
En suma, todos caían en el
circulo sistemático de la corrupción; si antes eran los pagos y cobros por
haber liberado al Perú de los españoles, los cobros por haber liberado
esclavos, las comisiones por el contrabando; hoy son las coimas por
proyectos carreteros, campañas apoyadas económicamente por Odebrecht que
luego se paga con grandes proyectos sobrevalorados o los privilegios,
nepotismo y/o negociados entre los Cuellos Blancos y los líderes políticos,
Congresistas, jueces, empresarios y otros.
Esta es parte de la historia
de corruptela de nuestro país, no es de hoy, sino viene desde que los
españoles invaden nuestros territorios. Los “booms económicos” desde los
inicios de la Republica (explotación del salitre, guano, caucho, petróleo,
anchoveta, minería, entre otros), han sido procesos que muy poco han
beneficiado al desarrollo del país, porque se convirtieron en una forma de DEPREDAR
AL ESTADO por los corruptos de siempre que nos han dirigido. La
corrupción está en todos lados y en todos los tiempos, la historia
analizada en este artículo, da cuenta que una de las herencias generacionales,
UNA LAMENTABLE HERENCIA, que nos han transmitido los gobiernos de nuestro
país es la CORRUPCIÓN. La Independencia del Perú no significó liberarnos
de la corrupción, hasta hoy lo sufrimos en este letargo camino hacia el Bicentenario.
Este análisis, está dedicado a
los que ansían y piensan ser políticos en el Perú, porque a los actuales,
YA NADIE LOS CAMBIA. Lean antes de querer dirigir un gobierno nacional,
regional o local; o por ahí representarnos en el Congreso; conozcan nuestra
historia. Por eso cierro con esta frase universal: UN PUEBLO QUE NO
CONOCE SU HISTORIA ESTÁ CONDENADO A REPETIRLA.
[1]
El presente artículo es un
análisis y comentario del capítulo II del libro “Historia de la Corrupción
en el Perú”, escrito por Alonso W. Quiroz.