domingo, 21 de julio de 2019


LA INDEPENDENCIA DEL PERÚ: HEREDANDO LA CORRUPCIÓN[1]


La corrupción siempre ha sido un mal endémico en la historia de nuestro país, y el nuevo Estado creado después de nuestra Independencia, no fue la excepción, porque nació débil, sin una organización fuerte, con una herencia administrativa de la época virreinal, dónde los títulos nobiliarios y la corrupción, marcaron la gestión de la época pre independentista; por tanto, la nueva sociedad peruana se relacionó con un Estado republicano inicial cuyo principal rasgo era la corrupción en su máxima operatividad, configurada como parte de la “cultura” y “costumbre” heredada del virreinato.

La debilidad de ese primigenio Estado, se debía a que los personajes “criollos” de la época, los que lucharon y apoyaron la independencia, y sirvieron a los virreyes; se convirtieron paradójicamente, en los nuevos HACEDORES de un Estado y una sociedad, siguiendo las taras y manías de sus anteriores amos y jefes (virreyes y sus funcionarios). Los problemas heredados se relacionaban con políticas de espionaje, secuestro, asesinatos, arrebato y confiscación de propiedades y tierras, que realizaban los nuevos administradores del poder (los criollos), no solamente en Lima sino, y sobre todo, en provincias.

Nace una élite de “caudillos militares”, que RECLAMARON al nuevo Estado, el pago y recompensa por haber “independizado” al Perú, ¡qué conchudez de estos pseudo líderes! Este abuso de poder, condujo a la corrupción, donde se acumulaba riquezas a costa de los dueños de las tierras y propiedades que pertenecían a ciudadanos y campesinos, a través de conexión de corruptelas entre los “caudillos militares”, los funcionarios y los intermediarios privados.

Una de las formas de corruptela independentista más grande fueron las políticas de prohibiciones y barreras al libre comercio que condujeron a que los diplomáticos e intermediarios privados, coludidos con las principales autoridades del país y sus funcionarios, pongan en práctica diversos negociados para el ingreso y salida de productos de primera necesidad, a cambio de COMISIONES (dinero corrupto) que enriquecieron a estos personajes a costa del nuevo Estado, que necesitaba tributación para fortalecerse económicamente, pero como nos cuenta la historia, por encima estaban los intereses y bolsillos de los que nos dirigían.

Esta prohibición del libre comercio, conllevo a negociados a través del CONTRABANDO de productos, otra forma de corruptela que permitía el enriquecimiento de aquellos funcionarios que dejaban circular subrepticiamente los productos, sin ningún tipo de impuestos a favor del erario nacional. Todavía este brazo de la corruptela, se deja ver actualmente en nuestros puertos, aeropuertos y fronteras del país. Aquellos comerciantes que no querían formar parte de este círculo vicioso de comisiones y corrupción en los diversos niveles, sufrían diversas restricciones para comercializar sus productos como leyes prohibitivas de libre comercio o el pago excesivo de impuestos. La consigna de los “corruptos independentistas “era: o te alineas al brazo de la corrupción, o no formas parte de la distribución de riquezas a costa del país.

Domingo Elías, un reformador liberal, peruano él, de retorno desde el extranjero, aplicó reformas civiles y liberales contra los liderazgos de los “caudillos militares” que se refugiaban en la corrupción. Sus reformas en un inicio, chocaba contra las políticas de los gobiernos iniciales de la independencia. Este reformista y negociante iqueño, denunció en un inicio los actos de corrupción de los “caudillos militares”, siendo los gobernantes José Rufino Echenique y Agustín Gamarra, como los gobiernos más corruptos del naciente periodo republicano.

El reformista Domingo Elías, intentó de alguna manera hacer frente a la corrupción de los inicios de la República, pero lamentablemente el sistema imperante condujo a que este personaje hiciera posteriormente de esa endeble administración estatal, una maquinaria para beneficiarse personalmente a través de los Vales de Manumisión, que fue una herramienta para compensar económicamente a los ex dueños de los esclavos. Domingo Elías, apoyó esta medida que, al fin y al cabo, le favorecía, por haber tenido en sus fincas, esclavos que trabajaban sus tierras. Estos vales, entregado en el gobierno de Ramón Castilla (“la prosperidad falaz”), costó al erario nacional un aproximado de 8 millones de pesos, y lo paradójico de esta situación, es que aquellos que luchaban contra la corrupción de la República inicial, se beneficiaron de esta forma corrupta de robar dinero al Estado.

En suma, todos caían en el circulo sistemático de la corrupción; si antes eran los pagos y cobros por haber liberado al Perú de los españoles, los cobros por haber liberado esclavos, las comisiones por el contrabando; hoy son las coimas por proyectos carreteros, campañas apoyadas económicamente por Odebrecht que luego se paga con grandes proyectos sobrevalorados o los privilegios, nepotismo y/o negociados entre los Cuellos Blancos y los líderes políticos, Congresistas, jueces, empresarios y otros.

Esta es parte de la historia de corruptela de nuestro país, no es de hoy, sino viene desde que los españoles invaden nuestros territorios. Los “booms económicos” desde los inicios de la Republica (explotación del salitre, guano, caucho, petróleo, anchoveta, minería, entre otros), han sido procesos que muy poco han beneficiado al desarrollo del país, porque se convirtieron en una forma de DEPREDAR AL ESTADO por los corruptos de siempre que nos han dirigido. La corrupción está en todos lados y en todos los tiempos, la historia analizada en este artículo, da cuenta que una de las herencias generacionales, UNA LAMENTABLE HERENCIA, que nos han transmitido los gobiernos de nuestro país es la CORRUPCIÓN. La Independencia del Perú no significó liberarnos de la corrupción, hasta hoy lo sufrimos en este letargo camino hacia el Bicentenario.

Este análisis, está dedicado a los que ansían y piensan ser políticos en el Perú, porque a los actuales, YA NADIE LOS CAMBIA. Lean antes de querer dirigir un gobierno nacional, regional o local; o por ahí representarnos en el Congreso; conozcan nuestra historia. Por eso cierro con esta frase universal: UN PUEBLO QUE NO CONOCE SU HISTORIA ESTÁ CONDENADO A REPETIRLA.




[1] El presente artículo es un análisis y comentario del capítulo II del libro “Historia de la Corrupción en el Perú”, escrito por Alonso W. Quiroz.

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