martes, 24 de noviembre de 2020

          EL ESTADO EN EL PERÚ: UNA DEBILIDAD                                    HISTÓRICA


Conceptualmente, al Estado lo defino como una construcción social basada en la legalidad y las instituciones, y materializada en una población, un territorio y un poder y/o poderes. Pero también el Estado es una construcción de una memoria colectiva, que identifica la historia de nuestras instituciones y sus ciudadanos. Recordemos siempre, Estado es diferente al Gobierno.

Podemos decir que, en el Perú, hemos tenido diversos Estados, que se han ido configurando de acuerdo a los procesos civilizatorios que se han sucedido en nuestro territorio. Una primera evolución del Estado, fue en la época Pre Inca. Un Estado primigenio basado en los símbolos teocráticos, donde el lanzón monolítico de Chavín o el símbolo serpentiforme en la Fortaleza de Kuelap, marcaba una forma de ordenamiento y control social, basada en la legalidad proporcionada por los sacerdotes, y materializada en la fe y la creencia. Un Estado más avanzado, fue la cultura Mochica y Chimú, con una estructura de poder basada en el guerrero, legitimado por un conjunto de seguidores, que institucionalizaban el poder del guerrero. Eso permitió, por ejemplo, la construcción de los canales de regadío. Un Estado inicial, permitió manejo de la gente y la fuerza laboral, para llevar agua a las tierras desérticas del Perú norteño de esa época.

La consolidación de ese Estado primigenio, se da con los Incas. Un Estado mucho más estructurado, con un liderazgo que va más allá del ámbito religioso o militar. Un Estado con instituciones, un Estado con una jurisprudencia enmarcada en el Ama Sua, Ama Llulla y Ama Quella. Un Estado con un Qhapaq Ñan, que une a los pueblos para legitimar un territorio: el Tawantinsuyo. Un Estado que consolidó una memoria colectiva en base a sus normas y mitologías.

La irrupción abrupta con la invasión española, hace aparecer un nuevo Estado. Un Estado con orígenes foráneos, que rompe el proceso de consolidación de nuestro Estado originario. Un Estado basado en la cruz y la espada, un Estado con génesis de una Europa decadente como era España en ese momento. Un Estado impuesto a la fuerza, sobre un territorio, instituciones y una memoria colectiva ya construidas. La Colonia y el Virreinato, significó la consolidación de un Estado foráneo; con instituciones y leyes construidas desde fuera, sobre un territorio diverso y distinto.

¡Aquí nace el Estado débil y desestructurado que hoy tenemos! La República solo significó pasar el poder de un grupo de élite y sectario español, con privilegios; a los criollos (sus hijos y nietos); un grupo (los criollos privilegiados) que no quisieron ser gobernados y que mantuvieron las instituciones y leyes de sus antecesores sobre un territorio que no respondía a ese Estado.

Esta es la historia sucinta de nuestro Estado Peruano. Hoy, ahorita, nuestro Estado demuestra esa debilidad heredada, con marchas en las calles y la lucha intestina entre dos instituciones: el Ejecutivo y el Legislativo. Tenemos un Estado anacrónico con su territorio y sus diversas culturas ciudadanas. Tenemos un Estado desarticulado, construido “mirando a Europa o EEUU, e invisible a sus pueblos rurales andinos y amazónicos”. Un Estado con tentáculos de corrupción. Un Estado que, a pesar de esa debilidad, está afrontando una pandemia y vemos las consecuencias de esa debilidad estructural: alta tasa de mortalidad, hospitales desbordados, economía con un colapso histórico, etc. Mientras esto sucede, el Estado, sus instituciones y la ciudadanía peleándose en las calles, un Estado débil y desestructurado, más dividido que nunca, camino al bicentenario ¡LAMENTABLE!

El nuevo y esperanzador Estado, necesita de un cambio sistémico y generacional, necesita de una nueva política y POLÍTICOS; necesita de una ciudadanía más comprometida con sus pueblos y su historia. El nuevo estado necesita de cada uno de nosotros para ser fuerte y articulador. ¡AHÍ EL GRAN RETO!