¡SACANDO SONRISAS!: UNA EXPERIENCIA
INIMAGINABLE CON LOS ESCOLARES POBRES DE AMAZONAS
Es miércoles, 10 y 30 de la mañana, hora
del recreo en la primera semana del
inicio escolar en la escuelita de Colmata (Luya-Amazonas). Una niñita del
primer grado se me acerca corriendo y me dice: “Señor, la profesora me dijo que nos regalará cuadernos y lapiceros, yo
quiero tenerlos, mi mamá todavía no me
compra porque no puede vender el
costal de papas”. Este día entregamos útiles escolares a todos los niños de
la escuelita primaria de Colmata.
Son las 12 y 30 del mismo día, y
subimos a la escuela de Shipata, nos esperaban los niños de la escuelita a la
cual repartimos los útiles. La directora me dice: “Elmer, hay un niñito que está sufriendo mucho, su padre está en la
cárcel y su madre tiene 5 hijos más y no
puede comprar sus útiles, ¿podrías darle un kit adicional de útiles
escolares?” El niño llega a mi lado con un rostro angelical, compungido y
muy triste; sólo atino a sacar la bolsa de útiles escolares de la moto carguera,
miro su rostro y se me caen las lágrimas: “Hijo,
esta bolsa adicional de útiles es para ti porque me dijeron que eres un alumno estudioso y excepcional”,
le digo con la voz entrecortada.
Él, con el mismo rostro desconsolado,
solo me dice ¡gracias!; subo a la
moto carguera, veo al niño cabizbajo que entra a su escuelita y mientras
deslizo unas lágrimas, siento una
impotencia al ver como nuestro país se
va al descalabro por la corrupción de sus autoridades y a nuestra región ocupar los últimos indicadores
socioeconómicos a nivel nacional; mientras sus niños NO pueden tener un cuaderno o un lápiz, porque sus padres
están en la pobreza completa.
Día jueves, 11 y 30 de la mañana,
previa coordinación, la profesora de la escuela de Luya me envía un grupo de
niños y niñas, todos ellos con una
situación económica precaria; los más pobres de la escuelita. Respetuosos
los niños me saludan y les hago sentar en una madera a modo de “carpeta
colectiva”, de esas dónde antes nos sentábamos. A las profesoras y niños les explico la iniciativa y el apoyo de un
grupo de amigos que venimos a hacerles. Emocionados los niños, por fin se
dan cuenta que ya no mirarán deseosos
tener la mochila o los cuadernos nuevos de su compañerito, porque ellos
también los tienen ahora. “Muchas gracias
señor y a tus amig@s que colaboraron con nosotros”, exclaman.
Mientras los niños me abrazaban con
sus pequeñas manos y sonrisas en sus rostros, la profesora me dice: “Elmer, hay unos niños que no han podido
venir debido a que caminan todos los
días una hora para poder llegar a la escuelita, viven en Tincas; y en la
escuela hay un niño con habilidades
especiales y sería necesario que tu mismo te acerques a la escuela”.
Ese día no pude ir a Tincas porque
estaba lloviendo, pero me acerque a la escuela de Luya a entregar los útiles al
niño que me mencionó. Saludo a algunos profesores y recuerdo mis formaciones y jugarretas que hacía en el patio de la
escuela cuando era niño; ¡ahí estaba mi salón de clases!, ¡ahí estaban las
paredes de siempre con techo de tejas!, ahora ya mucho mejorado; ¡ahí estaban
los arcos de fulbito!; ¡ahí estaba el mismo portero y guardián de la escuela!,
don Faustino, le salude amablemente como siempre desde que era un niño.
“Acércate
al salón de tercer grado me dijeron”, y al salir la profesora le dije que
vengo buscando a un niño muy especial
para mí, ella me agradece la visita y me dice: “Paisano, el niño apenas puede caminar, acércate”. Estando en la
puerta del salón veo salir a un animado
y valiente niño, que cojeando se acerca a mi lado: “…te van a dar útiles escolares” exclama la profesora. Mi primer
impacto es de admiración y alegría y
me pregunto entre sí: “¿Cómo un niño con
habilidades diferentes, tiene esa
valentía para venir a la escuela y ponerse a estudiar?” Todo un modelo
de superación y ejemplo para aquellas personas que a veces tropezamos con el “primer escollo” y no queremos salir
adelante.
Le entrego el kit de útiles escolares,
le menciono que es un aporte de varios amigos, la profesora emocionada nos mira,
el niño me abraza fuertemente y yo
le correspondo con la misma pasión infantil. Y pensar que hay muchos niñ@s con
habilidades diferentes que quieren estudiar y no pueden ir a una escuela porque
simplemente no están las condiciones
adecuadas para la educación de estos niños especiales. “¡Hay que tener esperanzas, en algún
momento cambiará esta triste situación de nuestro país y Amazonas!” exclamo
internamente, mientras con el niño nos
confundimos en un abrazo interminable: “Gracias
señor por darme cuadernos, todavía no los tenía”, me dice cerca a los
oídos. Un lindo jueves que termina, irrepetible para nosotros que colaboramos
amigos y amigas.
Es viernes, muy temprano me traslado
en un mototaxi con dos cajas de kit escolares, y en un viaje de 45 minutos
llego nuevamente a Colmata, ahora me
esperaban los niñitos de un jardín. Desde la moto los veo jugando en la champa
(en el Grass), frente al jardín; me acerco a la profesora y la saludo. Los niños vienen se acercan corriendo, ya
saben que llegaba: “Tío, tío, tío; yo
quiero mi carrito, yo quiero mi volquetito, yo quiero mi muñequita…”
gritaban con sus pequeñas voces al unísono. La profesora les pide formación y
les explica: “No niños, el señor no ha
traído juguetes, el señor ha traído algo
más importante para ustedes; les ha traído sus cuadernos, borradores,
colores, reglas, tajadores, rompecabezas, libros infantiles, manuales y otras
cosas más”.
Y
cómo no emocionarse con las sonrisitas de estos pequeños amazonenses. Como no
sentirnos satisfechos amig@s, que con su apoyo y colaboración se logró llevar un poco de alegría a estos
niños. Tan solo mirar sus pequeños rostros de alegría es disfrutar de ser
parte de esta iniciativa en favor de la
educación amazonense. Sus sonrisas
son la mejor recompensa. Los niños se sentaron en sus mesas y comenzaron a
abrir emocionados sus bolsas: “Mira mi
lapicero doble color…Mira como armo el rompecabezas…Que lindo está mi
cuadernito…Este libro de dinosaurios está bonito…Me gusta mi bolsita para poner
mis cuadernitos…Lindas las pinturitas”, eran las exclamaciones que escuchaba por 15 minutos continuos. “Chau tío, chau tío…”, se despedían los
niños del jardín de Colmata. Estaban felices
y risueños, y sentía que el objetivo último se había cumplido: SACAR SONRISAS EN ESOS PEQUEÑOS ROSTROS.
Bajando de Colmata, ese mismo día, nos
esperaba en el Anexo Tingo los niños de su escuelita, empezó a llover, pero eso
no era impedimento para visitarlos.
Llegamos a la escuelita y los niños corrían a sus salones desde la cancha de
fulbito, la lluvia ahora caía fuerte. El profesor de la escuela, un gran amigo y paisano, explica
nuestra visita y yo como siempre les hablo de la iniciativa y la colaboración
de los amigos. Sentados en sus mesitas, los
niños nos veían y escuchaban emocionados, nunca por esos lares alguien se
les acerco para entregarles útiles escolares; era para ellos una primera experiencia gratificante
que les invitaba a seguir poniendo el esfuerzo para seguir estudiando; les
dije: “Niños ustedes son el futuro de Amazonas, en ustedes sus padres han
depositado todo el esfuerzo para educarlos, porque ellos son conscientes que
con la educación que reciban, podrán mejorar
las condiciones de vida de sus padres y sacar adelante a su anexo, distrito,
región y país”. El viernes nuevamente terminó de manera gratificante.
Es la segunda semana de clases en las
escuelitas, veo en las calles a algunos
niños pobres que en una bolsita llevan sus cuadernos, me acerco a ellos y
ellas y les dos su kit de útiles y sus mochilas. Muy emocionados solo atinan a
decirme: “gracias señor”. Personalmente
todavía no estaba contento, en mi cabeza
rondaba los niños del Anexo de Tincas que caminaban una hora para llegar a la
escuela de Luya, pero lamentablemente no estaban asistiendo: “si la montaña no viene a Mahoma, Mahoma va
a la montaña”, me dije.
Con la compañía de dos amigos de toda la vida, Leoncio y
Milton, quienes consiguieron una movilidad, nos dirigimos a Tincas. Dejamos el carro al costado de la carretera,
y caja de útiles en el hombro, recorrí
las casitas esparcidas preguntando el nombre de los niños: “más arribita viven, cuidado con sus perros
que muerden”, me decían los vecinos. Mientras caminaba llevando la caja de
útiles bajo un sol inclemente,
recorría el camino de herradura rodeado
de árboles y espesa vegetación, acompañado por el silbido de algunas aves.
Cada paso que daba venía en mi mente que este
camino le recorrí varias veces junto a mi abuelo Miguel cuando íbamos a
Shañico, su fundo. Si, mi abuelo Miguel
que me enseñó a leer los primeros libros y a querer a nuestros pueblos y su
gente.
Ese recuerdo es interrumpido por los
ladridos de dos perritos que venían hacia mí, me detengo y digo: “lo que Dios decida”. Tras los perritos venían corriendo dos
niños y su madre, “usha perro, usha
perro, vayan de aquí”, vociferaban. Felizmente nada de malo me pasó, pero
lo extraordinario fue qué los niños, eran
aquellos que veníamos buscando. En sus manos traían limas y limones y nos
invitan, precisos frutos que nos calman
la sed y la angustia por los perritos.
Eran dos pequeños, una niña y un niño.
“Niños su profesora me ha dicho que
ustedes no vienen asistiendo a su escuela”, les manifesté. Ellos se ponen
serios, cruzan sus manos y me dicen: “señor,
lo que pasa es que todavía no tenemos
cuadernos y lapiceros para poder estudiar, además tenemos que ir caminando una hora hasta Luya, a veces llueve y nos
mojamos”. En ese momento comprendí la difícil situación de estos niños, y
de muchos escolares que están en las
mismas condiciones en nuestro Amazonas. Los entregamos su kit de útiles
escolares, sus mochilas y cartucheras; ellos emocionados nos agradecieron y
corrieron a su casita rodeada de árboles. El lunes término de esta manera
amigos, cumpliendo con la entrega de útiles escolares a los niños de extrema pobreza. El sol se pone bajo el Cerro San
Juan y aparecen las primeras luciérnagas, es hora de regresar.
El
fin último de esta iniciativa era sacar sonrisas entre los niños más pobres. ¡LO LOGRAMOS JUNTOS! Alegramos
a un niño y/o niña de estas escuelitas. Ahora ese niño tiene un cuaderno, un
lápiz, un borrador o una regla. Sentado sobre su sillita o un quioco, junto a
su tushpa (cocina a leña), está
realizando sus tareas con sus útiles nuevos, difícil para sus padres
acceder a ellos. Mañana temprano tiene que ir orgulloso a su escuela. Amig@s y paisan@s!!!, esas cosas hemos
logrado con la colaboración de ustedes, sonrisas
y mejoras en la educación de los niños más pobres. Espero seguir con esta
iniciativa más adelante y que crezca mucho más el apoyo para acceder a otros niños que tanto lo necesitan por estos
nuestros pueblos más olvidados.
¡GRACIAS TOTALES!
PD.
Hay gente y paisanos que confunden un hecho magnánimo de un apoyo colectivo a
los niños, con posibles candidaturas. Está
iniciativa no tiene ningún fin de candidaturas, yo cumplí con un objetivo gracias
al apoyo de un grupo de amig@s. Entiendo que confundan la paupérrima política
de nuestra región con regalos y dádivas, así lamentablemente nos acostumbraron.
Reitero: No soy candidato en
las próximas elecciones regionales y municipales, y menos pertenezco a algún
partido o movimiento regional. Espero que con esto se les quite la “preocupación”
a las personas mal intencionadas con pensamientos y opiniones subalternas.
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