LA ÉTICA EN EL PERÚ: UN SUEÑO BICENTENARIO
La ética en el Perú, podemos decir que es un “Sueño Bicentenario” no alcanzado,
menos consolidado; porque la ética de manera intrínseca, es dar valor a la vida misma, que permite u orienta para dar solución a los conflictos, sirve como
un “puente” para diversas posturas contrarias dentro de un grupo o sociedad,
que de por sí, las diferencias propias, generan diferentes formas o
cosmovisiones de entender el ambiente o las personas que te rodean.
La teoría nos dice que la ética, en las instituciones
públicas, debería brindar diversas
herramientas a través de códigos y principios que conlleven a reflexionar
sobre la igualdad, los valores, la
democracia, la tolerancia, la solidaridad, la empatía, etc, en la
interacción entre personas. Lamentablemente la realidad nos muestra otra cosa.
En la función pública, la corrupción, las traiciones y los privilegios, son el
“pan de cada día”; la ética se activa
cuando ocurren procesos de desintegración del Estado por acción u omisión
intencional de los funcionarios y/o servidores públicos, quienes haciendo mal
uso de sus atribuciones buscan algún tipo de provecho o beneficio personal o
particular, en perjuicio del bien común. ¡Luego,
todo se olvida o queda en la línea histórica del archivo de la memoria estatal!
En el Perú, todavía no hemos logrado que la
ética sea una herramienta para hacer una
lucha frontal contra la corrupción, los privilegios y el mal accionar de
las autoridades y/o funcionarios. Sigue nuestro Estado construido en base a instituciones débiles, y una de esas variables
que fomentan esa debilidad, es justamente el hecho que los principios éticos
que deben de cumplirse y practicarse, solo se han quedado en las “tintas enunciativas” de las instituciones,
en el PROPIO DISCURSO.
Cada día, dentro de nuestros entornos laborales
públicos vemos esta realidad. La corrupción, los privilegios y el accionar nada
racional de las autoridades y funcionarios, hacen de las instituciones, espacios de conflictos y redes de
corruptelas, que al final, lo que logran es una pésima calidad en el servicio público y, por ende, debilitamiento y
deslegitimaciones, que carcome las bases de las instituciones estatales. No
hemos logrado como Estado, hacer de la ética, una herramienta que permita mejorar el servicio público a los
ciudadanos.
La corrupción, las traiciones y privilegios,
siempre han sido los males
generacionales en la historia de
nuestro país, y
el nuevo Estado Republicano, no fue la excepción, porque nació débil, sin una
organización fuerte, con una herencia
administrativa de la época virreinal, dónde los títulos
nobiliarios y la corrupción, marcaron la gestión de la época pre
independentista; por tanto, la nueva sociedad peruana se relacionó con un
Estado Republicano inicial cuyo principal rasgo eran estos males en su máxima operatividad,
configurada como parte de la “cultura” y “costumbre” heredada del virreinato.
Hoy no es la excepción, estas taras
siguen enquistadas en la cultura laboral del sector público, con rarísimas excepciones que vale la pena
destacar.
¿QUE NOS TOCA AHORA?, reforzar dos propuestas
indispensables: PRIMERO, una reforma seria del sector público a nivel de
los componentes de estructura,
tecnología y personas que forman parte intrínseca del actual
sistema administrativo de las instituciones públicas. En estos componentes se
interrelacionan entre sí, se observan diversas
debilidades y limitaciones haciendo de las instituciones públicas, entes pasivos, sin una visión de intervención
viable, aceptable y sostenible en beneficio de una
administración eficaz y eficiente para los ciudadanos, que caen muy fácil a las
garras de la corrupción.
SEGUNDO, es necesario empoderar y fortalecer la vigilancia ciudadana permanente que implique la activa participación de personas civiles transparentes y honestas,
en los diversos aspectos y procesos de compras que realiza el Estado a través
de sus instituciones públicas o el gobierno nacional, regional o locales. La
verdadera y activa participación ciudadana, permitirá, por ejemplo, transparentar las diversas compras que
realiza el Estado, para ello se tiene que fomentar espacios de concertación
entre las organizaciones ciudadanas y las instituciones que luchan contra la
corrupción. Es de suma necesidad empoderar entre los ciudadanos la Ley N° 26300 y sus modificatorias (Ley
de los Derechos de Participación y Control Ciudadanos) para justamente
fortalecer la vigilancia y participación ciudadana dentro de los espacios
públicos.
¡PRACTICAR LA ETICA EN EL PERÚ, SIGUE SIENDO UN “SUEÑO BICENTENARIO”!
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